Pastoral Vocacional






Levantarse del suelo.

La vida consagrada, como toda la Iglesia, sabe que se juega mucho en el diálogo con los jóvenes. No se trata sólo de una acomodación, ni la asunción de usos y costumbres que nos permitan "caer bien". Tiene que haber algo más, mucho más. A los jóvenes les gusta fotografiarse saltando, en movimiento, en la inseguridad... ¿No será toda una propuesta para la Vida Religiosa? ¿No tendremos que saltar para distanciarnos de la costumbre? ¿Qué signos de agilidad nos está reclamando este tiempo?

Les cuento un poco de mí… vivo en Managua, Nicaragua y éste es mi cuarto año de vida. Desde el 28 de Enero de 2008 decidí comenzar algo distinto… ingresé a la Congregación de los Misioneros Claretianos, sin saber que eso marcaría el resto de mi vida. Antes simplemente cumplía con el rol, ahora, después de muchas experiencias de misión, de un continuo darme a la gente y ser pueblo con ellos, cantar sus cantos, comer sus comidas, trabajar en sus siembras, dormir en sus humildes casas y conocer alguna que otra vida distinta… mi vida cambió. Comencé a vivir.

Ahora sé que hay algo más en la vida. Algo otro, distinto. Mi ideal es servir a los demás ¿cómo, cuándo y dónde? no lo sé; por ahora aquí en la bella tierra de lagos y volcanes, más adelante no sé si Dios me querrá como religioso o laico, pero estoy siempre abierto a escucharle. Siempre Jesús, mi amigo, me ayuda en eso.

Hay momentos duros… “tocando fondo” como dicen algunos. Pero créanme cuando les digo que sólo queda ver hacia arriba. Amen, sientan a Jesús… déjenlo entrar y háganlo vida amando a otros y ayudándoles a ser libres… libres de ataduras de cualquier tipo. Vivan su vocación hoy, y siempre estén abiertos al cambio.

Espero ésta palanca les sirva para levantarse del suelo, dar un salto y desinstalarse, sin importar si son religiosos en proceso, perpetuos, laicos consagrados o simplemente alguien buscando un propósito de vida. Abrazar el amor, encenderse en su fuego y abrasar el mundo es lo que queda. Ánimo, un fuerte abrazo y el más sincero deseo de realización como cristiano y como ser humano.

Carlos Moreira
Formando Claretiano.


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Tu parte en la obra de Dios

Hoy no es extraño encontrarse jóvenes que no saben qué hacer con su vida. Han nacido en un hogar en que parece que ya está todo hecho. No han crecido con la necesidad, la capacidad y la ilusión de hacer. 

Dios es un educador modelo. No nos lo ha dado todo hecho. Nuestra vida en este mundo tiene una tarea apasionante y, por lo mismo, una elevada dignidad y un estimulo aliciente poderoso: somos colaboradores de Dios, continuadores de su obra. 

Tenemos capacidad creadora. Debemos ir construyendo el mundo y haciéndolo cada vez más confortable para todos los hombres. Esta es la voluntad de Dios: toda la creación y todos nuestros talentos al servicio del prójimo. 

Y ésta es nuestra tarea, nuestra vocación: hacer rendir al máximo nuestra capacidad, cualidades y talentos, y hacer rendir al máximo la naturaleza, con todas sus potencialidades –muchas todavía sin descubrir y sin explotar- a favor de todos los hombres. 

Cualquiera que sea tu trabajo o tu profesión, -agricultor, ganadero, estudiante, maestro,…-, es una participación en esta tarea común. 

Pero para ajustarte al sueño de Dios será necesario trabajar   con todas tus fuerzas, buscar la tarea más adecuada a ti y superarte sin cesar, a fin de que tu servicio tenga cada vez un alcance mayor y más perfecto. 

Por eso, no ha entendido el plan de Dios y acabará viviendo una vida aburrida y sin sentido el que sólo piensa en sí y el que hace lo menos que pueda, porque ya tiene bastante.
 
No ha entendido tampoco el plan de Dios el que, por criterio, o por no complicarse la vida se ausenta de todas esas tareas humanas de las que principalmente puede depender la marcha de la humanidad: en los campos educativo, agricultor, artístico, económico, político… Quizá tú puedas y debas capacitarte y lanzarte a ellos. 

¡Qué error de tan funestas consecuencias el de aquellos puritanos, comodones y egoístas, que, para no mancharse, han dejado la marcha de la sociedad en manos de quienes lo ponen todo al servicio de du propio interés! 

La SANTIDAD consiste precisamente en sumergirse de lleno en estas realidades –la familia, la empresa, las diversiones, la cultura, el progreso…-, y sumergirse en ellas con mente y corazón nuevo, para ordenarlo todo según el plan de Dios.    
Compilado por Juan José Gutiérrez








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