La fiesta de la Ascensión del Señor NO es una invitación a quedarnos contemplando el cielo. La realidad social, económica, religiosa… aquí en la tierra clama por alguien que esté dispuesto a sumarse al movimiento de construcción de un mundo mucho más justo y misericordioso.
Jesús “se fue” y nos dejó una promesa: “Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. El amor es la marca de todo cristiano(a). Ese amor es el que nos debe llevar a reconocer, en nuestra historia, la acción del Espíritu Santo, la promesa hecha vida del Padre.
¡Ánimo hermanos(as)! No estamos huérfanos, no nos hemos quedado abandonados. Jesús sigue estando presente y necesitado aquí, aquí donde vemos mujeres maltratadas, niños abandonados, personas sin empleo, gente con hambre y sed de justicia, aquí, en medio de este mundo que grita insaciablemente para que abramos nuestros ojos y descubramos a los Cristos sufrientes de nuestra historia. La misión está comenzando y exige mucho de cada uno de nosotros(as).
¿La tarea? Ser un ángel, un mensajero que esté dispuesto(a) a levantar su voz en contra de todo aquello que atente contra la promesa del Padre. Recordemos, Él estará con nosotros(as) siempre. La esperanza, compasión y anhelo de un mundo mejor ha de ser nuestro estandarte, al fin y al cabo, ese fue y será el ideal de Jesús ¿no? ¡A seguir siendo misioneros, misioneras!
Emir
Formando Claretiano
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