18/6/11

María fiel compañera.

María estuvo con su Hijo hasta el último momento, le acompañó por el camino de la cruz (Jn. 19,25-27) Junto con Jesús sufrió cada latigazo; su corazón fue traspasado por cada insulto y golpe que el Hijo recibió, sin embargo la misión de María no llegaba a su fin. En silencio y guardando todo en su corazón, María estuvo al lado de los discípulos que, llenos de temor, esperaban la promesa hecha por Jesús: “les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré” (Jn, 16, 7)


María presenció junto con los discípulos la venida del Espíritu Santo. El P. Teófilo Cabestrero, cmf en su libro La misión en el corazón nos dice que “María con sus fervientes súplicas atrae sobre aquella reunión las bendiciones del cielo y merece para ella la venida del Espíritu Santo que se presenta para los congregados en forma de fuego” (pág. 30) Es por eso que fue María quien presidió “la Iglesia naciente en el cenáculo” (pág. 30). María en Pentecostés, como en toda nuestra vida, es signo de confianza y esperanza.


María fue y sigue siendo la mujer que nos acompaña en el camino, quien suplica al Hijo para que nos envíe el Espíritu Santo. Es necesario que en nuestra vida nos dejemos acompañar por ella, abramos nuestro corazón y dejemos que nos lleve al Hijo y que, como Claret, podamos decir, “María es mi madre, mi Maestra, mi Directora y mi todo después de Jesús” (Aut. 5)


Carlos Josué Polanco
Formando Claretiano.


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