1/8/11

Hoy continúa una grande obra.


Por Steven Gutiérrez
Formando Claretiano.


 Es difícil expresar como habría sido ese día, lo que en sus entrañas luminosas encerraba, lo que se fraguaba en su transcurso, de lo cual ni él mismo sospechaba, lo que iba a significar después de 162 años para un sinnúmero de personas, que aún hoy, siguen haciendo que esa obra sea más y más grande. Oh gran día, no tan grande como el día en que Cristo resucitó, pero con una magnitud incomparable como cualquier otro.


Dieciséis de Julio, día de la conmemoración a Santa María del Carmen, día en que Dios se dignó darnos tan gran regalo, día en que María del Carmen bendice a nuestra santa comunidad. Un cuadro de la Madre del Amor Hermoso presidía aquella habitación en la que seis hombres, todos con un espíritu ardoroso en caridad, se reunían para dar a luz lo que sería hoy para nosotros la santa congregación de Hijos del Inmaculado Corazón de María.  Aquellos seis hombres, todos con cualidades excepcionales, eran los padres: Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Jaime Clotet,  Domingo Fábregas y el santo Padre Antonio María Claret.


María era la prenda segura de la maternal protección para con aquellos misioneros que se llaman hijos suyos y le consagran sus planes de vida misionera. Empezaba una grande obra, aquella que nunca resultó de una improvisación, surgió y salió adelante, ha inundado miles de corazones, llevándoles el fuego de ese amor materno, transmitiendo por todos los medios los valores del reino, sirviendo a la humanidad inspirados en la figura de María Santísima, la mujer del sí, la mujer madre de todos.


El espíritu de San Antonio María Claret es el mismo espíritu de la congregación, ese espíritu inspirado en María, la madre y formadora. Ese espíritu que animó a los Mártires de Barbastro y de Fernán Caballero a decir ¡Viva Cristo Rey! Ese espíritu que nos tiene hoy reunidos en sagrada comunidad cristiana.


No hay más palabras que puedan expresar este sentimiento que surge en nosotros, imposible sería transformar en palabras estos pensamientos que llenan nuestra mente en torno a la congregación, sólo basta decir que ¡Una grande Obra continúa y continuará para siempre!  Gracias espíritu divino, gracias Buen Padre Dios, gracias María santísima, gracias Padre Claret.


Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.

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