7/8/11

Mi experiencia de misionero Claretiano.


En los casi 61 años de vida en la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, ¿cuáles han sido las experiencias más fuertes?:

Sentir, en la 1ª profesión –el día de la Virgen del Rosario de 1950-, que había seguido la voluntad de Cristo y no la mía, y que Él me hijo “misionero hijo del Corazón de María”, dos de las tres cosas, que Él había grabado en mi espíritu como ideales de vida y de misión. Y sentir siempre viva la acción materna de María en todo mi ser y acontecer.

En la ordenación sacerdotal -1956 fiesta del Buen Pastor-, sentirme sacerdote de Cristo: tercer ideal. Y sentir viva su presencia en toda celebración de la Eucaristía.

Sentir en el sucederse de los días que todo iba respondiendo a la llamada de Cristo, comenzada a sentir a los 14-15 años, y sin contacto con la Congregación ni con claretiano alguno hasta 15 o 50 días antes del ingreso directo al noviciado. Y que el envío a ser formador de claretianos y diocesanos, prolongado durante casi toda mi vida pastoral, ha sido una gracia “impensada” pero sentida dentro del sígueme de Jesucristo.

Sentir la cercanía paternal de S. Antonio María Claret desde antes de comenzar el noviciado y reafirmada al celebrar los 50 años de mi primera profesión y los 50 de mi ordenación sacerdotal.
Ahora, a los 84 años, sentir la esperanza de llegar –cuando Dios quiera- al fin de mi carrera como Misionero Claretiano y recibir la plenitud en Cristo.

Padre Ángel del Molino, cmf.


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