1/7/11

Ejercicio de compresión ética y valores en la sociedad


Ejercicio de compresión ética y valores en la sociedad
[Ponencia presentada en un Panel sobre el mismo tema en la Universidad Centroamericana -  UCA - Managua, Nicaragua]

Por: Aaron EMIR Alvarado Flores

[Ver]

Vivimos dentro de una sociedad que se le impone al individuo mismo, a la persona.  ¿Las posibles causas?:
1)      La persona sólo tiene importancia si es útil para conseguir mis fines (de la sociedad): la persona es vista como un medio, como un mero instrumento.
2)     La cultura del placer cierra la visión del mundo a parámetros muy estrechos que no le permiten al individuo enfrentar la Realidad misma.
3)     El individualismo hace que las personas se cierren a la convivencia con Otros, se creen autosuficientes, y por lo tanto, egoístas.

Todo esto ha provocado una falta de interés al tema de la ética, de los valores.  Todo se relativiza, es decir, todo es visto como cosas no tan importantes.  Allí, pretenciosamente, parte del problema ético de la actualidad.

[Juzgar]

Cuando se ha querido Ver el problema que estamos discutiendo (Ética y valores en la sociedad) desde una visión que parte de la persona misma, hemos reconocido que ésta persona se mueve desde ámbitos muy inestables que condicionan todo su actuar, su forma de vivir. 

Ver la Realidad que nos rodea, y sobre todo a la persona misma, como un instrumento para conseguir los fines personales o grupales de Alguno/s, es una tendencia que respiramos todos los días en nuestra sociedad, en nuestros centros de estudios.
Por ejemplo, cuando en el salón de clases yo “integro” al compañero, compañera que más sabe del tema en mi grupo, es claramente este tipo de visión de la Realidad.  Es decir, esa persona que “sabe más” del tema, y que ahora está en mi grupo,  solamente es un instrumento que me SERVIRÁ para no esforzarme en la realización de la tarea asignada.
Como vemos, la persona como tal no tiene un valor en sí misma, sólo es importante en la medida que me “ayude” a cubrir con mis necesidades inmediatas. Es una postura que se aleja del carácter humanista que debería prevalecer en todos nosotros(as) como valor fundamental.  ¿Cuántas veces hemos actuado desde esta visión instrumentaría en la Universidad, el trabajo, la iglesia, etc.?

Otro elemento es el carácter hedonista de la vida, es decir, ver el placer, o por lo menos la negación del dolor, como lo bueno.  Para muchas personas, puntualizando mi visión en los(as) jóvenes, consideran que lo placentero es lo único que vale la pena, todo lo que no produce un sentimiento de bienestar placentero es brutalmente apartado de la vivencia de la persona.  ¿Pero al hablar de placer me refiero a uno, llamémoslo así, carnal y sensual? No, el placer puede y es percibido también en la tenencia de objetos materiales que, como consecuencia lógica a esta manera de ver y vivir la Realidad, llegan a sustituir la relación entre individuos, y ahora muy común (esa sustitución) en la familia misma.
¿Por qué se ve la educación en valores como algo que “pasó de moda”?   Por esto mismo, porque esa educación no se mira como algo que supla las necesidades de placer/bienestar del individuo.

Para una persona, muchas veces, resulta indispensable cambiar de celular en cuanto las nuevas versiones se lanzan al mercado.  La persona misma vale en la medida que posee o no un objeto material que determina su aceptación en un grupo de amigos(as) o en la sociedad misma.
Pregunto, ¿la solución es alejarnos del placer o buscar alternativas que nos permitan fortalecer la visión que tenemos de nosotros mismos para evitar caer en ese círculo vicioso que se nos impone?  La respuesta la deberemos buscar entre todos.

Y el último planteamiento que hago entorno a la pretensión de argumentar el problema ético en nuestra Realidad es el individualismo.  Cierto, somos seres humanos que proclamamos la libertad, la justicia, la igualdad y dignidad para todos, para mí mismo, pero eso no se debe convertir en una invitación a aislarnos de las otras personas, tampoco podemos pasar por alto que somos seres sociales, que vivimos dentro de un conjunto de individuos, con normas que nos marcan la “línea” por donde caminar. 

El individualismo, visto a secas, es un claro egoísmo; egoísmo que nos impide una abierta, sincera y desinteresada relación con las otras personas.  Cerrarnos dentro de mí mundo es, al mismo tiempo, cerrarnos al mundo de oportunidades de crecimiento y maduración que descubriríamos en la convivencia y aceptación de las otras personas.
¿Por qué, por ejemplo, al realizar un trabajo investigativo para alguna de nuestras clases, nos creemos muchas veces autosuficientes y, en alguna duda que nos surja, no nos acercamos a aquella persona que sabemos nos puede ayudar?  O un ejemplo mucho más simple pero igualmente iluminador: la persona que termina su trabajo y que, sabiendo que muchas veces le han corregido algunos elementos en la redacción, no se acerca, tampoco, a pedir ayuda en la corrección ortográfica, ¿por qué?  Porque nos consideramos todos-poderosos, producto de un mal sano individualismo.
¿Qué tanto, entonces, de nuestro actuar cotidiano se mueve en esta disposición individualista, cerrándonos a la experiencia de la convivencia con las otras personas?

Bueno, todas estas son reflexiones que pueden ser cuestionadas, pero no por ello dejan de ser un ejercicio en donde intento comprender y explicar la Realidad de anti-valores que, a mi parecer, vivimos, y que de una u otra forma, somos parte y por lo tanto, llamados a habérnosla con ella.    

[Actuar]

La respuesta para toda esta problemática se ha quedado en los papeles, que sí plasman la Realidad que se vive, pero que adolecen de elementos que le permitan llegar a la sociedad, al problema mismo como una alternativa práctica posible que parta teniendo en cuenta todos los factores que participan en dicho conflicto.  Es decir, hace falta concretizar, llevar a la práctica, lo que se ha reflejado en un papel como propuesta.

Como seres humanos, como Personas, reconocemos, ya lo menciona Savater, que “se puede vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan vivir”, pero esto solo se comprende cuando no perdemos de vista que nuestras decisiones son justamente eso, decisiones que libremente se han tomado y que afectan, de manera positiva o negativa, nuestra vida y la vida de los otros, ¿por qué de los otros?: porque no somos seres aislados, desconectado del resto de las personas, sino parte de un conglomerado, de un grupo, de una sociedad determinada.

Los retos son claros, y una de las propuestas para afrontarlos es comenzar a despertar en las personas una conciencia mucho más crítica y objetiva de lo que se vive.  Hay que focalizar la problemática e iniciar un proceso de desaprendizaje, es decir, hay que comenzar a botar todas las concepciones que nos alejan de la posibilidad de construir una sociedad, una persona con valores éticos, ¿qué tipos de cosas hay que botar?: los estereotipos que nos marcan una larga y profunda brecha entre mujeres y hombres; la relativización, el hacer de menos una educación en valores; la visión de la persona como un medio para alcanzar mis intereses; el carácter hedonista de la vida: todo es placer, la persona vale en la medida que tiene o no tiene algún objeto material; el egoísmo que nos aleja de las otras personas y nos encierra en un mundo individualista en donde solamente importa lo que YO pienso y quiero… en fin, hay que desaprender para lograr construir de nuevo.

Habrá que apostar, también, por que la persona alcance un grado de conocimiento personal [interior] que le abra las puertas a un bienestar emocional y social.  La persona que está clara de quién es y cuáles son sus metas, tiene la capacidad de integrar dentro de ella aquellas normas éticas que, a la larga, nada más serán reflejo de su integridad.  El ser humano que encuentra plenitud en su vida, no puede menos que ser un agente en la cimentación de una sociedad más humana, teniendo como pilar fundante los valores, todo en busca de la construcción de esa Civilización del Amor, misma que se traduce como
[A]quel conjunto de condiciones morales, civiles y económicas que permiten a la vida humana una condición mejor de existencia, una racional plenitud […]: dignidad, liberación y pleno desarrollo de toda persona y de toda la persona y una nueva cultura de la vida y de la solidaridad, verdad, justicia y libertad.
¿Un ideal utópico?  Quizá, pero no por ello inalcanzable.

Todo esto dentro de un marco proposicional que permita avalar o desaprobar lo dicho anteriormente pero que, como ya mencionaba en una oportunidad, no deja de ser ese ejercicio que nos permita acercarnos a esa práctica nueva y comprometida.

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